«Carta a Javi, un aprendiz»

 

    – Javi fue un aprendiz del matadero de pollos donde estuve trabajando hace unos años. Mis mejores recuerdos para él –

 

Querido Javi:

    Tal vez ya no te acuerdes de mí. Soy Manolo, el cura; el que hace años trabajó contigo en el matadero de pollos cerca de la Plaza de Legazpi. ¿Caes en la cuenta? Claro …, ¡hace tantos años que no nos vemos…!

    Mira, te escribo porque hoy, una vez más, me he acordado de ti. Estoy buscando en el Evangelio quién es el verdadero discípulo de Jesús.

    Es una actitud que la empecé a vivir yo con más fuerza gracias a tu testimonio. Tú me enseñaste como llegar a ser más y mejor discípulo y testigo de JC …

    Bueno, conociéndote, me imagino lo qué estarás pensando… Además, me cuesta poco sospechar tu cara y tus expresiones: «Pero este «cura», ¿qué dice?; ¿de qué va?.» Vale. Es lo mismo aunque no lo entiendas. A lo que voy -esto seguro que sí que lo entiendes-: «Gracias, Javi por haberme ayudado a ser mejor cura». Aunque, como tu decías a veces: «Vaya cura…»

    Mira, Javi, tú, aprendiz en el matadero, fuiste para mí maestro de aprendices. Yo te observaba, me fijaba en ti, tomaba notas por la noche en mi cuaderno de vida –en la oración- sobre tus reacciones, posturas, en cómo pensabas como aprendiz, qué hacía, cómo Jesús se me revelaba en tu manera de ser «aprendiz».

    Recuerdo muchas cosas tuyas. Te recuerdo muy bien. Eras para mí, sin tu saberlo, ‘mi aprendiz-maestro’. En ti me fijaba para aprender yo a ser «aprendiz de JC». No se me olvida el día que entraste a trabajar en la empresa con aquel ‘mono’ o «buzo» que te sobraba por todos los sitios, parecías un espantapájaros; aparte de que eras un crío (15 años), eras pequeñajo, con una cara de pillo que no te tenías….

    Pues eso, recuerdo el primer día. Llegaste, y ya todos estábamos en la cadena; te vimos aparecer y unos a otros nos dábamos con el codo y te señalábamos con la cabeza…Recuerdo que Cipri y Antonio se empezaron a reír a carcajadas. Te confieso que los demás también nos reímos, pero no nos viste.. Yo estaba esperando tu reacción.. Cuando me di cuenta que todos nos reíamos, pensé: «Es lógico». ¡Menuda pinta que traías!…

    Además, el jefe, por no gastarse una peseta, te había dado unas botas de goma que te sobraban por todos los lados. Después te compadecí. Pero con esa ‘mala compasión’, con ese sentimiento que brota de un corazón burguesito configurado así por educación. Pero como después descubriría, el Cripri y Antonio, y el Lute y el Cano.., los que más expresaron lo que nos produjo tu ridículo, te querían de verdad. Tal vez más que yo.

    Pues bien, tu reacción no se hizo esperar. Te miraste de arriba abajo, te pusiste un poco colorado y… soltaste tú mismo una carcajada.. Fue tu primer gesto que me dejó cortado. Eso te sirvió para que todos te integrásemos enseguida. Y yo pensé: «Para ser discípulos de JC., aprendiz, es imprescindible saberse reír de uno mismo, de sus limitaciones, del payaso que todos llevamos dentro. Máxime cuando hemos recibido un traje de cristianos que nos cae demasiado grande…

    ¿Te acuerdas de la primera broma que te gastamos? Un día te rasgamos aquel ‘mono’ viejo, justamente por detrás para que se te viera la parte del cuerpo donde la espalda pierde su honesto nombre. Además te lo hicimos un viernes, que era cuando todos los clientes iban al matadero a buscar los pollos; así tenía más aliciente la cosa…Cuando te diste cuenta, recuerdo tu mirada. Una chispa de enfado, de cabreo y de rabia contenida se reflejó en tus ojos; pero nos miramos y te diste cuenta de que eras ‘éso’, «el aprendiz», y que no ganarías nada con enfadarte. Aunque eras un chico muy ‘de la calle’ aún conservabas eso que se llama pudor. Enseguida asumiste la broma y.. ¡como si no hubiera pasado nada! Recuerdo que fuimos a comer a la tasca de Alfredo, como todos los días, y otros compañeros de otras empresas vecinas se metieron contigo y todos nos echamos encima de ellos. No aguantábamos que se rieran de ti los que no eran ‘de los tuyos’ Eso era como si lo hicieran con nosotros. Y yo he rezado a partir de ahí: «Cuando uno es aprendiz, lleva las de perder y se tiene que tragar muchas veces la rabia ante los que le pueden y asumir las contrariedades con confianza. Luego… el aprendiz de JC. es el que asume las contrariedades de la vida, pero con confianza en Aquel y aquellos que le quieren…»

    ¿Te acuerdas de tu postura con quien fue tu maestro? El Cano, sí. Era el oficial. Te lo presentó el encargado; el Cano alargó su brazo para saludarte y tu mano se perdió entre su manaza; le miraste como asustado. Desde ese momento ibas tras él como un perrito; le obedecías en todo, aunque a veces, a la hora de la comida , nos contabas que también lo pasabas mal, porque te exigía y se enfadaba contigo. Pero enseguida volvías a las mismas, a ponerte a su disposición para aprender el oficio. También es verdad que el Cano te apoyaba. Cuando los demás te mandábamos algo y abusábamos de ti, como aprendiz, él se enfadaba con nosotros porque no quería que te convirtiéramos en «el chico de los recados» para todo, pues siempre sucedía así. Admiré de ti cómo llegaste a querer al Cano, tu maestro: como le escuchabas, como no te daba ningún corte a la hora de hacer las cosas nuevas que te mandaba, aunque no te salieran bien. Admiré cómo le preguntabas lo que no sabías y cómo asumías las broncas cuando algo lo hacías mal y él te lo reprochaba. Las aceptabas mejor porque lo querías y porque él te llegó a querer a ti. Y tú, Javi, estabas siendo para mí la encarnación del discípulo ante el Maestro, Jesús: Llegar a quererle, escucharle, decisión e iniciativa ante lo que Jesús me sugiere; asumir «Las broncas» desde el amor cuando me las hace a través de la vida y de la su Palabra; preguntarle las cuestiones profundas de la vida y la evangelización.

    Otro día os vi (a ‘el Cano’ y a ti) hablando muy seriamente. El que escuchabas eras tú y el que te contaba era tu maestro. Ponías cara de persona importante: Un aprendiz siendo el confidente del oficial! Recuerdo que pasé por allí y, al veros, te dije: «Javi, me estás quitando el puesto de confesor». El Cano sonrió y tú, muy serio, me contestaste: «Calla, Manolo, que esto que me cuenta el Cano es muy serio». Estabas siendo el confidente de la vida, Javi. Estabas encarnando la postura del discípulo siendo confidente de Jesús, el Maestro. ¡Cuanto aprendiste de esas confidencias! Aunque recuerdas otras que te hicieron mayor antes de tiempo, ¿verdad?.

    Otro día ‘el Cano’ se pilló los dedos con la máquina. Daba la impresión de que te hubiera pasado a ti. Quisiste acompañarle al médico y el encargado no te dejó. Descubrí en ti al discípulo, capaz de acompañar al Maestro aún en el sufrimiento.

    ¿Te acuerdas cuando tuvimos los líos con la empresa? Tú no entendías nada de convenios, de huelgas, de juicios.. Pero te fiaste y dijiste: «Yo con los míos que sois vosotros. ¡No voy a estar de parte del jefe!» Y mira que te intentó ganar la empresa a través de ese encargado que teníamos, pero a ti te pudo más la solidaridad con los tuyos que las presiones de los de arriba. Y firmaste el documento y te comprometiste.. Y es el aprendiz y discípulo se solidariza con los suyos, con aquellos a los que pertenece el Maestro.

    Bueno, Javi, ¡Qué tiempos aquellos!.

    Seguro que tú estarás casado y yo dando charlas y Ejercicios Espirituales a curas y Religiosas, y desde que nos conocimos, sigo en lo de Pastoral Obrera, dedicado al mundo obrero, en el que tu naciste, y en el barrio de Vallecas en una parroquia.

    Espero que no estés sin trabajo.

    Esta mañana te he presentado ante mi Maestro, Jesús. Le he dicho que tenga en cuenta todo el bien que me hiciste. Me enseñaste a ser su discípulo (su aprendiz).

    Gracias porque tu experiencia de aprendiz ha marcado mi vida como discípulo del único Señor (del único oficial).

    Gracias porque nos contagiaste tu sencillez y humildad. Gracias porque se te veía que estabas a gusto siendo aprendiz.¡Ojalá yo pudiera decir siempre lo mismo respecto a mi aprendizaje ante Jesucristo.

    Un abrazo, Javi

«El cura Manolo»

~ por manolobarco en diciembre 29, 2007.

Una respuesta to “«Carta a Javi, un aprendiz»”

  1. … Vaya carta… Gracias Manolo por compartir tan pofunda experiencia.

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